24 de septiembre de 2012

El edén sombrío de Juan Rulfo

El Edén sombrío de Juan Rulfo a 95 años de su natalicio
Guillermo Samperio

Alguna ocasión, cuando Juan Rulfo visitaba la biblioteca de una universidad de los EU y el diligente rector lo introdujo en una sala especial, en cuya puerta pendía el letrero con el nombre del autor de El gallo de oro, Rulfo se quedó un momento observando los estantes repletos de ensayos, tesis y estudios sobre su obra. El rector lo miraba orgulloso y esperaba el comentario del escritor, quien no hizo esperar más a su interlocutor: “¿Y todos estos han vivido y se han alimentado de lo que yo he escrito?” Las palabras de Rulfo fueron de afilada incomodidad, pero de cualquier modo señalaban hacia él mismo: aunque era el narrador mayor del siglo XX latinoamericano, compartiendo rating con Kafka o Virginia Wolf a nivel universal, este Juan tuvo que seguir trabajando en oscuras oficinas burocráticas hasta su muerte. Sin embargo, el poder, el sistema, olvidó que “Pedro Páramo es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de la literatura”, como escribió, en su acostumbrado laconismo, Jorge Luis Borges.
 
Por otro lado, la voluminosidad de estudios sobre su literatura señalaba también que la obra de Rulfo había sido analizada desde múltiples ángulos, apreciaciones, metodologías y sistemas de pensamiento. El escritor mexicano-guatemalteco Augusto Monterroso, que en paz descanse, comparaba este fenómeno de hiperanálisis al que, durante siglos, ha perseguido al Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, pues hay sobre El Quijote desde ensayos que demuestran secretos códigos judaicos de Cervantes hasta la revisión de las costumbres populares descritas en la novela, pasando por diversos análisis estructuralistas y hasta semióticos, es decir la retórica en turno según la época. Incluso, se corre el fuerte rumor de que Harold Bloom nos amenaza con explicarnos El Quijote a partir de la versión inglesa.
 
La respuesta a este suceso de las múltiples lecturas es la de que dicho libro se encuentra en constante movimiento debido a sus múltiples registros, niveles de profundidad, universo complejo de lenguaje y circunstancias literarias e históricas en que se escribió y a partir de las cuales cambió la relación texto-lector. Cervantes, fundando la novela moderna y Rulfo fundando la novela moderna para América Latina.
 
Otra razón que se ha esgrimido para la carretada de ensayos, como éste que hoy presento, es que al cambiar las épocas se transforma la visión del lector ante su entorno: valores, relaciones sociales y culturales, el pensamiento, las costumbres; don Quijote nunca se imaginó que Dulcinea andaría exhibiendo el ombligo y las caderas por las calles del mundo. Desde este cúmulo de modificaciones el lector realiza su lectura, pero no podría hacerla de forma creativa si la novela no tuviera un cosmos en movimiento en la apariencia quieta de sus páginas quietas. Las novelas que se han disipado en el clamor del paso de los siglos tienen parálisis narrativa.
 
Si bien Cervantes logra la develación satírica de su momento (literario e histórico) y nos presenta al buen y atolondrado conquistador, hace oblicua la relación lector-texto; de cualquier manera su base de credibilidad, de veromilitud, la establece al introducir historias y anécdotas de la gente del pueblo.
 
Sancho es la terrenalidad, el personaje protagónico que crea complicidad con el lector. Don Quijote representa la imposibilidad del lector en tanto que los sueños fantásticos del Hidalgo de la Mancha echan por tierra los sueños de conquista, colonialismo, de los cruzados, y la sensiblería narrativa dominante en el imaginario europeo. Por su parte, Pedro Páramo rompe con la tradición realista, criollista, con la relación directa entre significante y significado, y le propone al lector un desciframiento de un magma literario extraño, acentuando la presencia de la oscuridad, lo sobrenatural, lo fantástico y, por consecuencia, el lado de la muerte. En Pedro Páramo la totalidad no es nunca sistematizable más que a un nivel abstracto: la novela aparece como algo que deviene, como un proceso permanente, un ayer eterno. Es un juego, un cambio constante, un movimiento hacia un fin jamás alcanzado, una aspiración hacia una finalidad defraudada, o dicho en palabras actuales: una transformación. Esta mutación de la estructura hace que la novela se convierta en el propio discurso del tiempo y de ahí la sensación de que el relato es demasiado extenso aunque el texto de la novela sea más bien breve.
 
Los bombardeos de la Primera Guerra Mundial destruyeron la ilusión modernista de que Europa era el ideal cultural a seguir, en contraste a la América semi-bárbara. La intervención estadounidense en Latinoamérica sacudió la conciencia nacional de los literatos, por eso el tema de la narrativa latinoamericana era fundamentalmente nacionalista: el criollismo nace de la necesidad que los autores tenían de conocerse a través de su propia tierra. La novela y el cuento de la revolución mexicana manifiestan la realidad histórica con un estilo épico: Mariano Azuela y José Rubén Romero, el levantamiento armado encabezado por Francisco Villa y Emiliano Zapata; Agustín Yáñez, el de Álvaro Obregón; José Vasconcelos y Martín Luis Guzmán, el proyecto de nación de Francisco I. Madero, Venustiano Carranza y el fin último de Obregón.